
La economia Argentina frente al nuevo escenario post-pandemia
A medida que transcurre la crisis desatada con el surgimiento del Covid-19, los países se encuentran transitando distintas etapas. Los costos ya observados son de magnitud en cualquiera de sus aristas de análisis. Pero, en tanto visualizamos el ingreso a una etapa de progresiva normalización de la actividad económica, se hace más tangible la necesidad de posar la mirada en la post pandemia.
Centrándonos en la Argentina, el escenario para los próximos años nos plantea un interrogante:
¿estamos preparados para afrontarlo exitosamente?
El contexto internacional y los cambios de paradigma que pudieran emerger son factores a tener en cuenta. No hay dudas que, en lo inmediato, nuestro país no está exento del shock negativo que implicó a nivel mundial y de lo que esto dejará como “situación de arrastre”. Pero, más allá de la gravedad del punto de salida, lo que sigue, ¿podría jugarnos a favor o en contra?
- La dinámica del crecimiento internacional
La economía mundial venía desacelerando su crecimiento en los últimos años, pasando de tasas superiores al 3% anual a menos del 2,5%. El impacto de la pandemia en 2020 será muy marcado y se espera una caída superior a 6 p.p., resultando una tasa anual del -3%. Sin embargo, las proyecciones de organismos internacionales y principales consultoras privadas señalan un crecimiento del 5,5% en 2021 y superior en los años subsiguientes. Es decir, se recuperaría el nivel de actividad previo al Covid-19, aunque habrá heterogeneidad. Los países asiáticos (especialmente China) y las economías en desarrollo de bajo ingreso serán los menos afectados y tendrán un crecimiento neto, mientras que las economías avanzadas de Europa y Estados Unidos iniciarían una rápida recuperación, pero llevará un tiempo más volver a los niveles de 2019 (alrededor de 2 años). La fuerte expansión fiscal que están llevando a cabo los países centrales (inédita en las últimas décadas) permitirá consolidar esta dinámica, ya que la crisis afectó fuertemente la actividad económica, pero no la infraestructura productiva. América Latina muestra un panorama más complejo, que ya se verificaba previamente, por lo que cabría esperar una caída sustancial en 2020 -superior al 5% en casi todos los países- y una recuperación más lenta. Por supuesto, se observarán comportamientos diferentes, pero no se advierte una continuidad del proceso recesivo asociado a la pandemia y mucho menos una profundización.
Para la Argentina, este escenario de actividad no constituye un factor de peso al cual podría atribuirse un desempeño negativo de su economía y tampoco uno que traccione por sí mismo una expansión. Habrá que mirar con cuidado la evolución de Brasil y Chile, nuestros principales socios en la región, en particular por factores políticos que podrían influenciar negativamente en su desempeño económico, donde los fundamentos son más sólidos.
- El comercio mundial
De acuerdo a las previsiones de la OMC, se estima que el comercio mundial de mercancías podría experimentar un descenso de entre el 13% y el 32% en 2020, en función de lo que dure la pandemia y de la eficacia de las respuestas de política. Se trata de una caída que podría ser similar a la observada en la crisis financiera de 2008/09, cuando en menos de 2 años se recuperó el valor previo, aunque desde entonces la tendencia de crecimiento fue mucho más suave. En adelante, el escenario comercial no parece diferir demasiado. Es esperable una recuperación y posterior crecimiento tendencial que dibujará una curva más “achatada” en relación a la evolución del producto. El comercio de servicios irá ganando participación sobre el total de manera más acelerada, especialmente por la incidencia de las telecomunicaciones, los servicios de informática y comercio electrónico. Los impulsos proteccionistas que se esperan a partir de la pandemia también contribuirán a este estancamiento relativo del comercio de mercancías. Ahora bien, detrás de este panorama general es importante poner el foco sobre algunas cuestiones de interés para América Latina. En primer lugar, dado que el 80% del comercio mundial son manufacturas industriales, el escenario descripto está sesgado a dichos bienes, que no son los más representativos de su perfil exportador. En efecto, los productos agrícolas y
alimentos en general son uno de los menos afectados por la pandemia y su trayectoria futura marca un sendero de cierta estabilidad. Sólo cabría señalar algunos interrogantes en torno al comercio de minerales e hidrocarburos, que se vinculan más con los precios que con los volúmenes operados, especialmente en aquellos países de la región donde tienen un peso relevante (por ejemplo, en Chile, Perú y Brasil). En segundo lugar, la participación de América Latina en el intercambio mundial ha venido cayendo sistemáticamente hace décadas y actualmente se encuentra en el 3,2%, lo cual nos pone en un lugar de menor relevancia para las tensiones que se avizoran en el plano global, especialmente en bienes industriales. La Argentina, en particular, ha pasado de representar el 0,82% de las exportaciones mundiales hace 50 años atrás a menos del 0,35% en la actualidad. Esta evolución, que es un indicador del mal desempeño de nuestra economía, a futuro puede generar grados de libertad para accionar en fomento de las exportaciones y el mercado interno, aún en el marco descripto. Finalmente, diversos especialistas señalan que más allá del bajo crecimiento del comercio total, algunos
rubros vinculados a los servicios basados en conocimiento, los alimentos con alto valor agregado y orientados a “nichos” de mercado, los productos asociados a la salud, las telecomunicaciones y el e-commerce tendrán un alto dinamismo. Se trata de actividades en las cuales la Argentina tiene capacidades productivas y capital humano ya demostrados, con un largo recorrido por delante. Si a ello adicionamos cierta estabilidad en el comercio de productos agrícolas y que el proteccionismo emergente tenderá a “acortar” y regionalizar cadenas de valor en industrias tradicionales, el escenario que se avizora en este plano no es desfavorable.
- Los términos de intercambio
Vinculado al punto anterior, la dinámica de precios relativos proyectada también acompañará a la Argentina. Los términos de intercambio se definen básicamente como el cociente entre los precios de los productos que exportamos y los que importamos. Si esta relación se incrementa, el “poder adquisitivo” de nuestras exportaciones también, podemos comprar más bienes con el mismo nivel de exportación. Como alrededor del 60% de nuestras exportaciones está vinculada al sector de alimentos y casi la totalidad de nuestras importaciones son bienes industriales, es esperable que nuestros términos de intercambio mejoren. En efecto, la crisis desatada a partir del Covid-19 no ha implicado para los commodities agrícolas una reducción de precios equivalente a la observada en otros rubros. Los precios internacionales respecto a la situación previa han caído en torno al 8-9% en bienes como la soja y el trigo, mientras que en minerales metálicos la caída es casi el doble 1 y en el caso del petróleo alcanza el 50%. Sin dudas, a medida que la economía mundial se vaya recuperando es esperable que los precios de productos básicos industriales también. Pero el menor dinamismo del comercio internacional en estos rubros, así como la elevada capacidad ociosa en los principales centros industriales permiten delinear un encarecimiento relativo de las exportaciones de la Argentina comparado con su canasta de importaciones. Esta mejora de los términos de intercambio no es comparable al boom del precio de los commodities que experimentó la región en buena parte de los 2000, pero sí podemos afirmar que, en perspectiva futura, este factor no será condicionante para el desarrollo de nuestras economías, como lo fue en otras etapas de la historia.
- Liquidez internacional y tasas de interés
Desde el punto de vista financiero, la pandemia ha generado efectos inmediatos en los flujos de capital que impactaron en el valor de los activos financieros y, como en toda situación de incertidumbre, se exacerba la aversión al riesgo, movilizando el capital hacia aquellos activos que se perciben como más seguros. Para países emergentes y periféricos como la Argentina, esto implica más presión sobre sus monedas, caídas en los valores bursátiles y aumento del riesgo país. La magnitud de estos impactos se ve reflejada en que la salida de capitales en nuestra región ha sido la mayor de la historia, afectando a prácticamente todas las economías, con algunas excepciones. Ahora bien, ¿cuál es la perspectiva futura de más largo plazo y qué escenario financiero puede esperarse? En primer lugar, cabe destacar que la pandemia no ha dado lugar a un crash financiero como el experimentado en 2008/09, cuando asistimos a situaciones de pánico que derivaron en quiebras sucesivas de empresas. Esta crisis está más asentada sobre la economía real, es de oferta y un sudden stop de demanda, dada la parálisis de actividad por el aislamiento social. Pero, a la vez, la respuesta por parte de los estados centrales ha sido rápida y decidida, volcando inmensos recursos fiscales y monetarios para atenuar daños estructurales, minimizar el cierre de empresas y una propagación de la crisis. Por lo tanto, es posible visualizar un sistema financiero y económico con alta liquidez. Las tasas de interés a nivel internacional se encuentran cercanas a 0% y seguirán así por varios años. Esto significa que alguien que quiera preservar sus ahorros de manera segura en alguna inversión de alta liquidez (por ejemplo, bonos soberanos del Tesoro de Estados Unidos), tendrá un rendimiento negativo en términos reales. Es decir, perderá poder adquisitivo. Esta situación, que se da en forma más marcada en economías avanzadas, no es ajena a las economías emergentes. Por lo tanto, para la Argentina, el escenario de caída en el valor de los activos financieros, combinado con una alta liquidez internacional, no sólo configura un ámbito favorable para encauzar sus problemas inmediatos en materia de reestructuración de deuda soberana, sino también para proyectar la recuperación futura de su economía si se dan las condiciones internas adecuadas. Una vez que transcurran los efectos de la pandemia, esta liquidez mundial pasará del “modo refugio” a “modo rendimiento”. Las economías emergentes ganarán atractivo y, en particular, aquellos activos y proyectos anclados en la economía real. Para el sector privado y la producción, tener un negocio rentable y un proyecto sustentable, configurará un valor en sí mismo que, en caso de requerirlo, podrá disponer de financiamiento en condiciones muy competitivas.
- La “nueva normalidad”
La pandemia ha generado algunos cambios y la aceleración de tendencias prexistentes. Algunos ya fueron mencionados, como la aparición de impulsos más proteccionistas a nivel internacional y el sesgo que cabría esperar en los esfuerzos de política pública hacia el fortalecimiento de sectores asociados a la salud y la bio-seguridad. A su vez, la aceleración en los procesos de transformación digital, que impactan sobre la organización del trabajo, los hábitos de consumo, la logística y distribución comercial, plantean un escenario de negocios que, para muchos países, puede significar un cambio de paradigma cuyo impacto dependerá de su capacidad de adecuación y eventual aprovechamiento de las oportunidades que esto genera. Dada la heterogeneidad de su estructura productiva y la necesidad de mayor infraestructura digital en determinadas áreas, la Argentina claramente evidencia rasgos de debilidad que deberá afrontar. En especial, el proceso de fragmentación social que transcurre hace décadas y deteriora la empleabilidad es un condicionante. No obstante, esta realidad integra amplios sectores de la sociedad caracterizados por una densidad empresaria que combina trayectoria y espíritu emprendedor, que ha sido el epicentro de un largo proceso de aprendizaje. En estos tiempos de pandemia, hemos sido testigos de empresas de base tecnológica con un rol destacado y con proyección mundial, fábricas locales vinculadas a sectores claves de la salud y la alimentación participando de los desafíos que se avizoran a nivel global, industrias y comercios capaces de desarrollar su actividad bajo protocolos sanitarios y científicos e ingenieros argentinos realizando aportes relevantes en el ámbito internacional.
Considerando estas condiciones de marco para la economía nacional en los próximos años, ¿cuáles son las principales conclusiones que podemos sacar?
En primer lugar, la dinámica de la economía mundial que cabría esperar, una vez sorteado el shock que implicó la pandemia, no configura un escenario negativo para la Argentina. Coloquialmente hablando, no habrá “viento de cola” como el evidenciado especialmente en la década de los 2000, pero tampoco se advierte “viento de frente”.
En segundo lugar, difícilmente pueda considerarse que “la nueva normalidad” que asoma en la post pandemia sea un factor que inhiba las perspectivas de crecimiento para nuestro país, ya sea en su capacidad de adaptación en el mercado interno, como en sus posibilidades de insertarse al mundo.
Por el contrario, podrían representar una oportunidad.
Finalmente, es importante comprender que los interrogantes que se plantean respecto al desempeño futuro de nuestro país tienen su centralidad en factores internos, de naturaleza endógena. Una realidad que hace mucho tiempo se viene reproduciendo en ciclos de extrema inestabilidad política y económica, concatenando coyunturas mejores y peores, pero inmersas en un proceso de deterioro estructural generalizado.
Frente al nuevo escenario, tenemos el mismo desafío: delinear un esquema económico consistente en el tiempo, capaz de generar un proceso estable de crecimiento que integre resultados impostergables en materia de reducción de la pobreza y de mejora de oportunidades para el progreso social (infraestructura sanitaria, vivienda, educación e integración laboral).
No es objetivo de este documento profundizar en dicho esquema, pero, a nuestro entender, será condición básica consolidar un conjunto de reglas que dé continuidad y previsibilidad a la expansión acelerada de las exportaciones -especialmente aquellas de mayor agregado de valor- y la inversión productiva, procurando el crecimiento del mercado interno. El fortalecimiento sustentable de la producción industrial y los servicios de calidad, de la explotación de nuestros recursos naturales y del capital humano, son claves para asegurar consistencia y evitar desequilibrios permanentes en el sector externo, o situaciones que alimenten expectativas de sucesos fuertemente disruptivos en materia de devaluación o de endeudamiento.
El “pico” de la pandemia pasará, habrá un nuevo escenario y volveremos a estar frente al espejo, otra vez: ¿estamos preparados para afrontarlo con éxito? La respuesta dependerá de nosotros mismos.

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